lunes, 26 de septiembre de 2011

Bibliotecas sin papel

Cuando la biblioteca de Stanford decide eliminar el 90 por ciento de sus ejemplares y sustituirlos por libros virtuales es que algo está pasando. El libro empieza a mudarse de soporte. Miles de árboles lo agradecerán, pero esa maravillosa tradición de oler y tocar el papel parece tener los días contados. Sin embargo los lectores, enamorados de las páginas, no se dejan vencer tan fácilmente. En esta entrevista Grete Pasch, bibliotecaria, explica la evolución hacia lo digital.

Al lado del estanque está la Biblioteca, un sitio que resguarda, entre otras cosas, la colección que perteneció a José Cecilio del Valle, tiene 3 pisos repletos de estanterías, más de 80 mil volúmenes se apelmazan en sus libreras. Resulta difícil imaginar ese espacio sin libros, habitado solo por computadoras y mesas. Es como violar un lugar sagrado. Pero para Grete Pasch la imagen no es chocante, ni siquiera extraña. Está sucediendo en el mundo desarrollado: el papel empieza a largarse de las bibliotecas, las universidades en Estados Unidos ya han jubilado muchos de sus textos para que los formatos virtuales los sustituyan. Grete es una pionera en la transición al digital, fue bajo su dirección que la Universidad Marroquín empezó a escanear algunos de sus volúmenes más importantes. Leer en pantalla es ya lo más normal del mundo para ella.


Pero hay otros, tan acostumbrados al papel, que se niegan. Como los peces que asocian gente con comida, los dedos de los lectores presienten la textura con solo ver un libro. La costumbre casi siempre gana.



Pero mantener una biblioteca de papel no es nada sencillo, ni barato. Pasch estima que cada libro le cuesta a una biblioteca en promedio cien dólares, entre comprarlo, enviarlo, catalogarlo y mantenerlo. Con el digital se ahorra muchísimo. “Quizá nosotros nos vamos a saltar un paso en Guatemala”, dice mientras contempla las hileras de libros, “nunca tuvimos cultura de biblioteca y ahora vamos a ir directo a lo digital, por eso talvez no va a ser tan chocante”.


A Grete Pasch los cambios no le dan miedo. Como lectora empedernida cualquiera hubiera imaginado que le costó cambiar del papel a la pantalla, pero no fue así, “fue un proceso natural”, dice. Los cambios no le dan miedo, al punto que se mudó a un país totalmente distinto sin tener muy claro cómo sería su nueva vida. Ahora es bibliotecaria en Arabia Saudita.


Cuando iba en el avión les preguntó a las aeromozas si era necesario ponerse la abaya –una especie de túnica que cubre todo el cuerpo y que utilizan las mujeres árabes– al llegar. No sabía cómo viviría, si tendría que acoplarse a condiciones culturales totalmente distintas a las de Guatemala. Al llegar se enteró de que sí era preciso usarla.


Grete Pasch, guatemalteca, tiene un doctorado en ciencias de la información y bibliotecología por la universidad de Austin, Texas, y una maestría en sistemas de información y desarrollo económico de la London School of Economics. En esta entrevista habla sobre el libro digital.


¿Qué futuro le depara al libro impreso?


– Las enciclopedias, los diccionarios y los manuales de referencia impresos ya están desapareciendo. En su lugar usamos, por ejemplo, Wikipedia, la versión web de la Enciclopedia Británica y diccionarios interactivos. Además, a medida que nos acostumbramos a leer en laptops, iPad y teléfonos, iremos sustituyendo las versiones impresas de novelas y libros de texto. Amazon ya tiene a la venta cerca de un millón de títulos recientes, la mayoría a un costo menor que las versiones impresas, y descargables de inmediato. Google Books, Open Library, Project Gutenberg y otros sitios ofrecen millones de libros clásicos gratis. Pero el libro impreso no va a desaparecer completamente en el mediano plazo, porque por cuestiones de derechos de autor, no todas las obras están disponibles en forma digital en todo el mundo.


Los usos de las bibliotecas tradicionales también están cambiando. Ahora muchos estudiantes buscan en Internet la información para sus tareas. ¿Cree que vaya a cambiar la función de la biblioteca?


– Sí, las estadísticas de la Association of Research Libraries muestran que la cantidad de libros prestados anualmente por un estudiante promedio ha ido bajando con rapidez: de 28 volúmenes en 1996 a solo 15 en 2008. Las bibliotecas tradicionales que solo ofrecían anaqueles llenos de libros y revistas impresas ya son cosa del pasado. La tendencia es ofrecer recursos digitales, lo cual ayuda a eliminar materiales impresos y permite abrir espacios para el estudio y el trabajo en grupo. En este sentido, las bibliotecas de ingeniería son las más revolucionarias. Por ejemplo, la de la Universidad de Stanford descartó el 90 por ciento de sus libros impresos, y la Universidad de Texas, en San Antonio, abrió una nueva biblioteca de ingeniería sin libros físicos, pero que ofrece acceso a medio millón de libros digitales. Es cierto que hay mucha información valiosa que está disponible públicamente en Internet, pero la de mayor calidad todavía se encuentra solo en las bases de datos especializadas que las bibliotecas adquieren por suscripción. De hecho, hay tantas nuevas fuentes de información que los bibliotecarios deberían volverse los guías para encontrar lo que necesitamos. La pregunta es si una biblioteca sin libros sigue siendo una “biblioteca”.


No deja de sorprenderme que Amazon conozca mis gustos literarios. Hace poco entré a buscar un libro y en las sugerencias de compra que me daba, estaba justo el que pensaba comprar. Quizá soy paranoica, pero, ¿no es extraño que una computadora sepa qué me gusta leer? Algo así como el control que tenía el Gran Hermano en 1984.


– Parte de ser un “ciudadano digital” es conocer las condiciones de uso de cada sitio. Deberíamos leer con más cuidado ese “contrato” que aceptamos al suscribirnos a cualquier servicio. Amazon respeta mucho a sus clientes, pero si le preocupa su privacidad y la seguridad de sus datos personales lea con cuidado las “condiciones de uso” y el “privacy notice”. Verá que es posible optar por no proveer cierta información personal, aunque al hacerlo ya no tendrá esas listas personalizadas de recomendaciones, que pueden ser útiles. Es interesante recordar que las bibliotecas mantienen registros de los libros que sus usuarios prestan, pero esta información se considera privada y existe una larga tradición de no divulgarla. En Estados Unidos, los bibliotecarios llevan años luchando contra la sección de la Ley Patriótica (“Patriot Act”) que le permite al Gobierno solicitarles los registros personales de sus usuarios y que a la vez les prohíbe hablar del asunto, por lo que los usuarios mismos no se enteran de que están siendo investigados.


El presidente de las bibliotecas de Harvard dijo que el problema de los libros digitales es la conservación, que para asegurarnos de que un libro va a durar hay que imprimirlo. ¿Qué piensa de eso?


– Sí, hay quienes argumentan que el papel puede durar más que un texto almacenado en forma digital en algún servidor.

Pero el papel tiene muchos problemas de almacenamiento: necesita un ambiente frío, seco y estable para evitar mohos y degradación de las tintas y los materiales de encuadernación. Los libros ocupan espacio, son pesados y deben resguardarse de polillas, ratones, ladrones, fuego y agua. Todo esto implica que su costo de preservación sea alto, y pocas instituciones pueden pagarlo. Por otro lado, al distribuir múltiples copias digitales en muchos servidores es más fácil garantizar que la obra sobreviva. El proyecto llamado “HathiTrust”, que ya contiene más de 5 millones de volúmenes, tiene una visión de preservación a muy largo plazo, usando formatos estándar que puedan ser “migrados” con facilidad a los nuevos formatos que surjan en el futuro. Además, el repositorio es revisado con regularidad, para asegurar la integridad de los archivos allí guardados.


¿Fue difícil el paso del papel al digital o fue amor a primera vista?


– Fue una transición totalmente natural, porque es muy cómodo leer textos largos en un Kindle: la resolución del texto es comparable a una página impresa, y se puede variar con facilidad el tamaño de la letra. Para pasar a la siguiente página solo hay que tocar un botón, y el texto siempre aparece perfectamente plano. Puedo llevar todos mis libros en un solo dispositivo y agregar nuevos libros en cuestión de minutos. Es súper práctico.


Dicen algunos detractores del digital que la experiencia de leer requiere de más sentidos que solo la vista. Oler el papel, sentir su textura y llevarse un dedo a la lengua para pasar la página. ¿Perdemos parte de esa magia de leer con lo digital?


– A mí me encantan los libros como objetos. Disfruto al tener en mis manos un libro bien diseñado, bien encuadernado e impreso en papel de alta calidad. El “olor a nuevo” puede emocionarnos, e incluso el “olor a guardado” de algunos puede darnos nostalgia. Pero recuerde que ciertos libros, como los que aparecen en El Nombre de la Rosa, ¡no son para chuparse los dedos! Me encantan los libros físicos, pero lo que más me gusta es perderme en las ideas del libro, y para eso no hace falta una encuadernación lujosa. Lo que sí perdemos es el atractivo visual de nuestras estanterías llenas de libros, que dicen tanto de la persona que los fue coleccionando.


Hábleme de la biblioteca en el barco.


– El Scholar Ship fue un programa universitario fundado por siete universidades y Royal Caribbean. Viajamos con un grupo de estudiantes en un crucero. En la biblioteca teníamos una colección muy variada, desde filosofía y psicología hasta vinificación y yoga, además de atlas y libros de viaje, que fueron muy consultados durante las estadías en puertos alrededor del mundo. También teníamos disponibles copias de los libros de texto y de los paquetes de lectura para cada clase. La conexión a Internet era limitada, así que cuando estábamos en altamar, los estudiantes y los profesores buscaban en la biblioteca novelas, películas y juegos de mesa para entretenerse. A lo largo del viaje, la colección fue creciendo con libros donados por los estudiantes o por las instituciones que visitábamos. Al terminar el programa, empacamos todo en cajas que fueron enviadas a la biblioteca de la Universidad de Ghana. Me alegra saber que esta biblioteca sigue siendo bien aprovechada.


¿Cómo le va ahora en Arabia Saudita? ¿Qué diferencias hay respecto de las bibliotecas en Guatemala?


– Al igual que Guatemala, Arabia Saudita nunca contó con un sistema de bibliotecas públicas. En la ciudad de Jeddah tenemos una librería llamada “Bridges” que vende los best sellers, pero donde por una cuota semestral también podemos prestar libros. “My Library” es una biblioteca que contiene 15 mil libros para niños y opera en forma similar: por una cuota mensual, toda la familia puede prestar libros y llevarlos a casa. Siempre he pensado que una biblioteca/club de este tipo podría funcionar bien en Guatemala.


La Universidad de Effat fue la primera en ofrecer estudios de ingeniería y arquitectura para mujeres en el Reino de Arabia Saudita. En la biblioteca tenemos libros en árabe, pero como todos los cursos se enseñan en inglés, la mayor parte de la colección también está en inglés. Al igual que en Guatemala, construir grandes colecciones físicas de libros importados no es una opción viable, por su alto costo. Por ejemplo, hace poco pedimos un libro de física para ingenieros que tiene un costo de US$145. Además, el libro pesa bastante: 9 libras, lo que agrega US$22 de envío, y tardó más de un mes en llegarnos. A partir de 2010 empezamos a introducir libros digitales que han sido bien recibidos por catedráticos y estudiantes, y que han bajado significativamente los costos.


Una biblioteca saudita que vale la pena mencionar es la de la King Abdullah University of Science and Technology, que por su diseño este año ganó un premio del American Institute of Architects y la American Library Association. A pesar de contar con 9 mil 300 metros cuadrados de espacio, no esperan tener más de 30 mil libros impresos.


Usted hizo grandes cambios en la Biblioteca de la Universidad Francisco Marroquín, como la digitalización de algunos de sus libros más valiosos. Cuénteme esa experiencia.


– El Internet Archive (IA) le proporcionó a la Biblioteca Ludwig von Mises un scanner “Scribe” y el software para digitalizar libros y agregarlos a los fondos de ese archivo. Este proyecto continúa, y libros guatemaltecos que antes estaban relativamente olvidados han sido vistos cientos o miles de veces por usuarios alrededor del mundo. El año pasado, la biblioteca de la UFM se unió al nuevo esquema de “préstamo” de libros digitales del IA. La digitalización de libros continúa en la UFM, y cualquier persona que desee mayor información puede revisar el sitio web de la Biblioteca o visitarla en persona para recibir más detalles.


Bibliotecas en Guatemala

La Biblioteca Nacional tiene 225 mil libros, incluidos los del Fondo Antiguo, que son Patrimonio de la Nación.


La Biblioteca de la Universidad Rafael Landívar cuenta con 356 mil distribuidos en sus 11 sedes.


La Universidad de San Carlos tiene 110 mil 725 en su biblioteca central.




http://www.elperiodico.com.gt/





1 comentario:

  1. Anónimo4/2/13, 7:51

    hola soy penelope desde Santa Barbara zulia-Venezuela trabajo en una Biblioteca y queremos pasar a Bibluiotecas Modernas sera que me puedes brindar un poco de tus conocimientos en cuanto a como se debe prestar el servicio a los usuarios?
    apenas estamos realiando un proyecto para la autoridades de la universidad de la biblioteca en donde trabajo mi cuenta es pecadumo26@hotmail.com escribeme porfa...

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